Empecé a quererla por que sí, por nada.
Fue como un dormirme sobre la guitarra,
y soñar estilos, cifras y zamba.
Y en los despertares enhebrar palabra
con el hilván rojo de las madrugadas.
Llegaba como llega el día en las enramadas:
un puñao de trinos, un murmullo de alas.
Y un beso colgado del pico de un par de calandrias.
Yo andaba curando una herida, que tal vez hermano,
entodavía goteaba sangre de despecho y rabia.
Y ella, con sus besos y sus manos blancas,
tejió telaraña para cicatrizarla.
Me alejo de ti,
no puedo llorar.
Se queda en la noche
tendido mi canto,
marcando distancia.
¡ Qué triste ha de ser el mañana,
sin una esperanza ¡.
¡ Qué oscuro el camino, la vida,
si no hay luz en el alba ¡.
Me alejo de ti,
no puedo olvidar,
que al cielo miraba,
y el llanto a tus ojos
temblando asomaba.
La lluvia tal vez,
te diga al caer,
que en algún camino
se moja con llanto,
mi pobre pañuelo.
No esperes en vano el regreso,
tras de tu ventana.
Las nubes que hoy
cruzan el cielo,
no has de verlas mañana.
Me alejo de ti,
no puedo llorar.
Pero emocionado,
mirando el camino,
mis ojos se empañan.