Nació el 3 de septiembre de 1920, en una asentamiento minero de cobre ubicada en el entonces región de Apurímac en el Perú. Comienza a cantar a los 12 años de edad, y forma parte del coro del Colegio Sophianum por su voz de soprano. Una operación le dio la voz grave que se le conoció.
Sin embargo, su despliegue personal como cantautora se inicia luego de su divorcio, que fue visto como un escándalo para la sociedad limeña de aquella época.
El primer período de su producción creativa es netamente evocativo y pintoresco; “Chabuca” –este es el nombre con el que se hizo llamar– le canta a la Lima antigua señorial de comienzos del 1900. Es la ciudad que ella conoció a través de su padre, la del barrio del Barranco, de grandes casonas afrancesadas, con inmensos portales y jardines de invierno. A esta etapa pertenecen “Lima de Veras”, “La flor de la Canela”, “Fina Estampa”, “Gracia”, “José Antonio”, “Zeñó Manué” y muchas otras. Ella rompe la estructura rítmica convencional del vals, y sus melodías, de tesitura muy amplia, alternarán el nuevo lenguaje que propuso con el de los antiguos valses de salón. Su producción también revela una estrecha relación entre letra y melodía, que fue variando con el tiempo hacia una tendencia poética cada vez más sintética.
Más adelante, Chabuca quebrantará incluso las estructuras de la poesía convencional, y el ritmo de las canciones seguirá los pasos de esa evasión de las rimas, consonancias y métricas dadas. A este última etapa pertenece un ciclo de canciones dedicadas a la chilena Violeta Parra y a Javier Heraud, poeta peruano muerto en 1968.
En sus últimos años, Chabuca Granda interpretó un repertorio ligado al renacimiento de la música negra afroperuana que, a pesar de haber estado presente a nivel popular, había sido denostado por razones sociales y raciales. Manejó con maestría “negra” el abanico de ritmos que enriquecieron la música popular peruana y su poesía tomó el sesgo de la acuarela, el trazo sintético y sugerente de colores y sensaciones.
Murió por una disfunción cardíaca en una clínica de los Estados Unidos, el 8 de marzo de 1983. Su voz y su vasta creación se extendieron más allá de las fronteras de su país, recreadas también por intérpretes de todo el mundo que han visto en sus obras una fina y sensible expresión de la música del Perú.