Si alguien decidió aplicar el titulo de “tenor de la voz de oro” a un cantante mexicano de los años 40’s y 50’s, nunca debió dudar en quien tendría que recaer tal distinción, y ésta fue aceptada por unanimidad entre el público: el personaje elegido fue Genaro Salinas.
Este singular ruiseñor nació en el puerto de Tampico, Tamaulipas, México, por el año de 1920. Desde muy pequeño empezó a demostrar sus dotes excepcionales para el canto. Recibió una instrucción musical adecuada que le permitió aprovechar al máximo sus potencialidades vocales. Es muy probable que haya complementado su formación musical con Clases Magistrales impartidas por el tenor italiano Tito Schipa, durante su estancia en Buenos Aires, Argentina, algunos años después. Indudablemente, al cumplir los 20 años, Genaro ya estaba convertido en un tenor de condiciones vocales sobresalientes.
Genaro se distinguió muy pronto por su dulce timbre, que hace recordar mucho al de Beniamino Gigli, quien estaba considerado como la voz de tenor más bella durante los años 30`s y 40`s. Y con quien comparte muchas analogías estilísticas, al grado de que Salinas es una especie de “Gigli del Bolero”, género en el que se especializó el mexicano y que lo llevó a cumbres nunca antes alcanzadas por otros intérpretes. No obstante, Salinas está más ligado musicalmente a Schipa en el uso de las medias voces, los matices, las modulaciones, los diminuendos y las filaturas. Se puede decir que por esqueleto pertenece a Schipa, por carne, a Gigli, y por sangre a José Mojica y Alfonso Ortiz Tirado, célebres cantantes mexicanos a quienes seguramente admiró a cierta distancia, sin seguirles las huellas. Salinas decidió seguir su propio derrotero, por un camino distinto a donde, finalmente, convergen sólo los grandes artistas: la excelencia vocal.
La década de los 30`s se caracterizó por el auge de la Radio, medio que se encargó de difundir a los nuevos valores artísticos y a las tendencias musicales en boga. En 1939 Genaro Salinas, quién radicaba en Tampico, decidió en probar suerte en los medios artísticos de México, impulsado por las amistades de su pueblo que conocían las posibilidades de su voz. Cuando Don Roberto Soto lo escuchó cantar por primera vez, lo vinculó inmediatamente al programa que él mismo presentaba en el Teatro Lírico del DF, siendo incluido posteriormente en el elenco artístico de la prestigiosa XEW. En esta radiodifusora pronto fue conocido como “La voz de oro de México”.
En 1941, grabó sus primeras canciones para la RCA Víctor, entre las que se encuentran “Tengo un Amor” de Gabriel Ruiz, con letra de Ricardo López Méndez. A pesar del auge del bolero, por aquellos años estaban de moda en México las canciones de tipo español, debido a la llegada de inmigrantes hispanos con motivo de la guerra civil. Al igual que Alfonso Ortiz Tirado, Nicolás Urcelay y Néstor Mesta Chaires, Genaro abordó este género, con un gusto muy especial, dejando para la posteridad grabaciones, de la inspiración de Agustín Lara, de temas tales como “Silverio”, “Cuerdas de mi Guitarra”, “Flor de Sevilla”, Granada" y "Valencia", entre otras. Poco después, siguió su curso normal hacia el bolero y la canción romántica, donde destacó brillantemente, en una época en que había tenores extraordinarios en México, tales como Pedro Vargas, Juan Arvizu y Salvador García, además de los ya mencionados anteriormente, barítonos como Emilio Tuero y otros boleristas destacados como Eduardo Alexander, Mario Alberto Rodríguez y Fernando Rosas. No deja de causar asombro que muchos cantantes de su época rehuyeran alternar con él al sentirse opacados por una voz de tal belleza y calibre. Por otro lado, el éxito que Genaro logró en México, despertó muchas envidias e intrigas entre sus colegas, quienes siempre lo vieron como un competidor a vencer.
La voz de Genaro Salinas no sólo se caracteriza por su dulzura y belleza de timbre sino también por su musicalidad y perfección técnica. En la historia de la música son sumamente raros los cantantes que han logrado reunir en un solo paquete tales condiciones. Generalmente quienes poseen una voz hermosa, robusta y bien timbrada (Por ejemplo, Enrico Caruso, Mario del Monaco, Franco Corelli y Plácido Domingo) no son grandes técnicos o no poseen un desarrollado sentido musical. En contraparte los grandes técnicos del canto, ampliamente reconocidos, tales como Tito Schipa, Aureliano Pertile y Alfredo Kraus no se caracterizaron por poseer una voz particularmente bella o de un timbre hermoso. Pues bien, Genaro poseía una voz tan bella como la de Gigli, tan musical como la de Schipa y tan expresiva como la de Caruso. Y si esto fuera poco, también poseía una extensión lo suficientemente amplia que le permitía alcanzar desde un Sol Contragrave (G1) en “Soy Marinero” hasta un Si natural (B3) en “Mi dolor”, sólo por citar un par de ejemplos. Es asombroso su control de la emisión y el paso fácil de notas graves a agudas y viceversa, sin que su voz cambie de consistencia, el dominio del passagio, la conservación de la línea de canto y el manejo magistral de los matices. Es una lástima que Genaro no haya probado suerte en el ámbito de la Lírica Internacional, donde hubiera tenido grandes posibilidades de éxito una vez que perfeccionara sus conocimientos de los idiomas italiano y francés, principalmente.
También firmó un contrato para la Compañía Disquera Peerles, donde grabó algunos boleros, acompañado de orquesta, tales como: “Adiós para siempre” (Gabriel Ruiz), “Ausencia”(Eduardo Martínez), “Cosas del Ayer” y No sé” (Chucho Rodríguez) , “Esta noche de amor”, “Sueño” y “Un Gran Amor”(Gonzalo Curiel) , “No importa corazón” (Federico Baena), “Que Voy a Hacer Sin Ti”(Dr. Roque Carbajo), “Resignación” (Alfredo Parra), “Tuya” (María Alma) y “Un Secreto”(Abel Domínguez). También se conservan algunas grabaciones en vivo de piezas de la talla de “Perjura”, “Espérame”, “Punto Final”, “Mañana” y “Ondas del Danubio”, donde se puede apreciar a un Genaro Salinas sumamente versátil, que puede abordar con relativa facilidad otros géneros como la danza mexicana y el vals, gracias a la docilidad de su voz.
Tiempo más tarde, en una gira por Cuba, durante su presentación en un festival como intérprete de boleros, conoció a la cantante de Tangos, de origen chileno, Malena de Toledo. Hubo amor a primera vista que culminó en el matrimonio, no obstante que Malena era algunos años mayor que él. De ahí viajó a Buenos Aires en 1946, contratado por el Centro Social Español “El Tronío”, ya en compañía de su amada. Además, Genaro tuvo la posibilidad de cantar en la orquesta de Américo Bellato, mientras que Malena fue vocalista de la orquesta de Vardaro-Pugliese. Ambos tuvieron una gran aceptación por parte del público y los medios. En esa ciudad, Genaro actuó también para la Radio "El Mundo" y fue tan grande el éxito que alcanzó en la capital argentina, que decidió quedarse en ese país. En aquella estancia, presumiblemente, tuvo oportunidad de entablar contacto profesional con el tenor Tito Schipa, quien acostumbraba pasar largas temporadas en Buenos Aires para dar recitales. Cabe destacar que el estilo inimitable de Genaro se impuso en el gusto del público por encima del de los extraordinarios boleristas argentinos Leo Marini y Hugo Romani, por lo que pronto llegó a convertirse en un verdadero icono del bolero romántico no sólo en Argentina sino también en otras latitudes.
María Elena Toledo, la esposa de Genaro Salinas, mejor conocida como Malena, fue la misma que inmortalizara el popular Hornero Manzi en ese tango... "Malena canta el Tango...". De esa relación conyugal nacieron dos hijos. Y llevaron una relación muy estable. Sin embargo, tal felicidad se vio truncada cuando, en una de sus actuaciones en la Radio “El Mundo”, Genaro conoció a la actriz de teatro Zoe Ducós, con quien entabló una relación sentimental, al margen de su matrimonio, y cuya pasión lo llevaría fatalmente a encontrar la muerte en Caracas, Venezuela.
Con el correr del tiempo, y en plena época de la dictadura del General Pérez Jiménez, Ducós emigró a Venezuela donde actuó en el teatro y en la TV de Caracas. Allí, la actriz se casó con el actor venezolano Héctor Hernández Vera, de quien se divorció años más tarde para volver a casarse con uno de los directores de la funesta policía del régimen, cuyo nombre fue Miguel Silvio Sanz.
Debido a los problemas conyugales, Genaro regresó a su patria en el año 1952, donde realizó una serie de grabaciones para la RCA, algunas basadas en temas del folclor chileno y paraguayo, que había aprendido durante su estancia en Argentina, y que interpretaba admirablemente, entre ellas “Soy Marinero” (Bogan / D’Acosta), “Jugando” (Lupe Cortés) "Camino agreste" (Luis Aguirre Pinto) y “A la Orilla de un Palmar” (Manuel M. Ponce) Con el Sexteto Fantasía y el Mariachi Vargas de Tecalitlán; "Mis noches sin ti" (D. Ortiz/M. Márquez) y "Mi dicha lejana” (E. Ayala Báez) acompañado por el Mariachi Pulido; "Paso a paso" (Francisco Flores), “Vanidad” (Armando Malibrán) y “La Número Cien” (J. Sabre Marroquín/ E. Cortázar) con la Orquesta de Chucho Salinas. También agregó “Como Agua del Río” de los autores argentinos Juan Carlos y Ninah Barbara, y Montheil, acompañado por la Orquesta de Chucho Zarzosa. Del grupo anterior conviene destacar a la “Número Cien”, que parece haber dedicado a Zoe Ducós, y cuyo tema, fue tan exitoso en México, que motivó a Jorge Negrete a cantar una especie de paráfrasis intitulada “Ya perdí la Cuenta”. La otra pieza, “Como Agua del Río”, cuya letra tiene profundas implicaciones filosóficas relacionadas con el devenir histórico, también parece sacar a flote los sentimientos amorosos de Genaro hacia la actriz:
“Como el agua del río/que pasa y no vuelve.../como un soplo de viento, /como un copo de nieve...
El amor que sentimos, /simplemente se muere.../como el agua del río.../ que pasa y no vuelve.
Fue tan corta la historia,/y...tan largo el olvido.../fue tan dulce la gloria, / de adorarte rendido...
Y mirarme en tus ojos/y saberme querido.../que no puedo creerlo.../ en verdad que te has ido.../ como el agua del río.../
En verdad que te has ido...”
La primera estrofa recuerda la frase de Heráclito: “Nadie se baña en el mismo río dos veces”. En la segunda, Genaro sustituye “el amor que sentimos” por el “amor que encendimos”; tal vez expresando algún sentimiento de culpabilidad por ese amor tormentoso y fugaz. La tercera estrofa hace evocar el poema 20 de Pablo Neruda. En la última, en lugar de decir “en verdad que te has ido” dice: “no es verdad que te has ido”, en un claro gesto de incredulidad e impotencia ante la partida de la Ducós. Cuando concluye su interpretación en el “como el agua del río” final da un grave profundo y asciende gradualmente hacia el agudo en la frase “no es verdad que te has ido” hasta alcanzar un clímax vocal impresionante. Esta interpretación destaca por su expresividad y bravura. En general, estas últimas grabaciones para la RCA Víctor, además de tener un sonido excelente, muestran a un Genaro Salinas en plenitud vocal e interpretativa. Su voz adquirió un cuerpo notable sin perder esa frescura y belleza tímbrica. Y, por supuesto, las experiencias de la vida también lo hicieron madurar expresivamente.
Por desgracia “nadie es profeta en su tierra”, y si las envidias siempre persiguieron a Genaro antes de emigrar a Argentina; a su regreso parecen haberse multiplicado. Un cantante que había adquirido renombre en el exterior fue objeto de intrigas y maquinaciones por parte de aquellos gremios artísticos, bien establecidos en México, que defendían fuertes intereses económicos relacionados con la producción musical. Lejos de alcanzar la tan ansiada felicidad en su tierra, a raíz de la separación de Malena, quien se quedó en Argentina, Genaro sufrió más de la cuenta en un país como México que, históricamente, nunca ha sabido valorar a sus más grandes exponentes del arte lírico, y en 1957 se vio nuevamente empujado hacia el exterior. Lamentablemente, escogió como destino Venezuela, el lugar donde radicaba la Ducós, quien era la esposa de Miguel Silvio Sanz, el siniestro director de la policía dentro de la dictadura Pérez-Jimenista. Esa decisión iba a truncar para siempre la carrera de un artista que probablemente se hubiera convertido en el tenor mexicano más grande de todos los tiempos.
Según relata Omar Valera: «Cuando Genaro Salinas vino por última vez a Venezuela, estaba muy venido a menos, cantó en locales de segunda categoría, se emborrachaba con frecuencia y presuntamentetrató de acercarse a la Ducós. En la mañana del 28 de abril 1957, (día que recuerdo muy bien porque cumplí 25 años), fue hallado agonizante debajo de un puente de la Av. Victoria de Caracas, con politraumatismos generalizados y falleció ese mismo día. La noche anterior, varios esbirros de la Seguridad Nacional, parece que lo esperaron en lo alto del puente, por donde debía pasar a pie para ir a su alojamiento, lo tiraron de lo alto y le pasaron un carro por encima. Su esposa (Malena de Toledo) y otras personas, vinieron por sus restos que hoy reposan en Buenos Aires, creo que en un Panteón de los Artistas.».
Alberto Naranjo, otro testigo, señala: “En 1957, a mis 16 años, presencié cómo Daniel Santos se acercó al cadáver de Genaro Salinas para colocarle cuidadosamente una almohada debajo de su cabeza y despedirlo con un beso y una lágrima. Aquel tierno gesto cobra más valor según envejezco.”
Seguramente Daniel Santos le musitó, a manera de despedida: “Como el agua del río que pasa y no vuelve….Fue tan corta la historia…Que no puedo creerlo… No es verdad que te has ido….”. Y todavía nos resistimos a creer que se haya ido tan joven.
A su muerte, Genaro apenas contaba con 37 años y, por razones obvias, su estado financiero no era el mejor. Afortunadamente su colega Alfredo Sadel se hizo cargo de los gastos generados por sus funerales. No hay duda que los únicos amigos de Genaro eran extranjeros, pues de sus compatriotas no recibió un sólo gesto de humanidad. Hasta nuestros días, parece que México se empeña en ignorar la grandeza de este artista Tampiqueño.
Malena de Toledo, quien nunca dejó de ser su esposa, falleció en Uruguay el 22 de Enero de 1960, a la temprana edad de 47 años, sólo tres años después que el tenor seguramente por la tristeza de haber perdido a su ser amado. De la Ducós se desconoce la fecha de su fallecimiento, y del sabueso Sanz, presuntuo autor intelectual del crimen, y sus esbirros es preferible que los cubra el polvo del olvido, antes de que sean juzgados por el Juez Supremo. Es obvio que estuvieron amparados por un dictador y su crimen quedará impune ante las Leyes de los hombres. Sin embargo, serán repudiados para siempre por todos los amantes de Arte Lírico que existan sobre la tierra.
Para finalizar, le recordaré lo siguiente a los tantos y tantos “Señor Sanz” que ha habido y los hay en gran número:
“Los valientes no asesinan… y menos a un RUISEÑOR MEXICANO”
“LA VOZ DE ORO que ustedes silenciaron en unos instantes, a la naturaleza le llevará por lo menos otros cien años volver a crearla”.
Autor: Rodolfo Pérez Rosales
rodolfo @ vozdelapoesia.net