Fue el 19 de enero de 1926 cuando nació José Alfredo Jiménez en Dolores Hidalgo, Guanajuato, cuna de la independencia nacional, pueblo del torno y del barro. Ahí pasó los primeros diez años de su vida, escuchando las canciones de los compositores de la época entre juegos infantiles y tertulias familiares.
José Alfredo fue un niño feliz al lado de sus hermanos y de sus padres don Agustín Jiménez, químico farmacéutico de la universidad de San Nicolás, dueño de la única farmacia del pueblo, y Carmen Sandoval, quien se dedicaba a sus hijos.
Desde aquellos años comenzó a manifestar su vocación por el canto, su amor por la música y su gran facilidad para componer, al escribir algunas canciones y letras dedicadas al campo y a algunos animales domésticos. También se presentaba vestido de charro, interpretando temas populares en festejos públicos, en Dolores.
En 1936, cuando José Alfredo tenía diez años de edad, la vida le asestó un duro golpe con la muerte de su padre, don Agustín, y a partir de entonces se vio forzado a iniciar su lucha por la vida.
Como consecuencia, ese mismo año, acompañado de su tía Refugio Sandoval, tuvo que mudarse a la Ciudad de México, en donde terminó su educación primaria. Él y su tía se instalaron en la colonia Santa María la Ribera, habitada en aquel entonces por gente de dinero, así como por importantes artistas e intelectuales.
José Alfredo supo desenvolverse en ese ambiente de controversia a pesar de las muchas dificultades que tuvo que vencer al haber quedado huérfano de padre, con muy pocos recursos económicos y con un carácter tímido e introvertido.
Sus tres hermanos y su madre se vieron igualmente forzados a abandonar también el terruño, por lo que la señora vendió la farmacia y viajaron a la Ciudad de México para encontrarse con la tía Cuca y con el pequeño José Alfredo.
Con el dinero que obtuvo con el traspaso de la farmacia, montó una tienda de abarrotes, que por desgracia no pudo administrar debidamente, por lo que Nacho, el mayor de sus hijos, y José Alfredo se vieron en la necesidad de dejar los estudios para trabajar, y con ello truncaron la posibilidad de hacer una carrera universitaria, lo cual había sido el sueño de su padre.
Al poco tiempo, Nacho convenció a su madre de partir con la familia a Salamanca, Guanajuato, en donde trabajó arduamente en la refinería de PEMEX. José Alfredo, por su parte, no aceptó dejar la capital y se instaló junto con la tía Cuca en las calles del Chopo.
Alternaba su vocación de compositor con el trabajo de mesero en un restaurante de antojitos yucatecos llamado La Sirena. Al mismo tiempo su juventud, su amor por el deporte y sus aptitudes lo llevaron a las filas del equipo Oviedo, y más tarde a las del Marte, en donde compartía la portería con el gran arquero Antonio “Tota” Carvajal.
Después de haberse acercado a las radiodifusoras y casas disqueras de la época, y de haber tocado muchas puertas, obtuvo una oportunidad a través de Andrés Huesca, quien lo presentó con Mariano Ribera Conde, entonces director artístico de RCA Víctor.
José Alfredo ya contaba para ese momento con un repertorio considerable, pues en el poco tiempo que su trabajo le dejaba disponible, había formado un grupo con los hermanos Enrique y Valentín Ferrusca y Jorge Ponce, hijo del dueño del restaurante La Sirena, al que llamaban José Alfredo Jiménez y los Rebeldes.
Él era el solista y sus amigos lo acompañaban con sus voces y sus guitarras para llevar serenatas, mañanitas, o bien, para amenizar alguna reunión. José Alfredo plasmaba en sus canciones las vivencias, alegrías y decepciones propias y las de sus amigos. De ahí letras como “Un Día Nublado”, “El Vencido”, “Como un Criminal”, “Ella”, “El 15 de Septiembre”, “Yo”, “Mi Despedida”, “Nuestra Noche”...
Desde que apareció su primera grabación, “Yo”, interpretada por Huesca y sus Costeños, la cadena de éxitos se fue eslabonando año con año y, a partir de entonces, se colocó entre los mejores compositores.
En la década de los cincuenta experimentó importantes cambios en su vida económica, profesional y personal; contrajo matrimonio en 1952.
Finalmente José Alfredo alcanzó el éxito, y lo vivió sin perder la sencillez que desde niño lo había caracterizado.
En su obra se encuentran diversos géneros de nuestra canción, como el huapango, el bolero, el corrido y la canción romántica ranchera.
Gracias a su inspiración y creatividad, compuso una obra que día con día tiene más popularidad y admiradores en todo el mundo, obra que permanece vigente a más de 30 años de su fallecimiento.
José Alfredo falleció el 23 de noviembre de 1973.
Fuente: Sociedad de Autores y Compositores de Música (SACM)