Con tres canciones conquistó la admiración de las fans sudamericanas: “Fuiste mía un verano” , “Ella ya me olvidó” y “Ding dong, son las cosas del amor” fueron los hitos fundamentales de una meteórica carrera que se hizo como cantautor.
Pero Leonardo Favio no era un desconocido en Argentina.
Más bien, era el actor joven más reclamado por las productoras y por el público.
Había escrito su primer libro de poesía, y bocetaba lo que sería su ópera prima como director cinematográfico. Por si esto fuera poco, también incursionaba como comprometido militante de la vernácula política argentina en su lucha contra la dictadura.
Pero el éxito de sus canciones fue tan importante que lo obligó a postergar sus otros proyectos para cumplir con el mandato del público. Discos, viajes,reconocimientos, halagos, fama y fortuna ago taron rápidamente a Leonardo.
A tal punto que hasta hoy hay críticos que se preguntan el por qué de su prematura desaparición, cuando tenía todo para seguir triunfando.
Hombre metódico y conciente, cerró un ciclo para no postergar otros. El cine lo reclamaba insistentemente y hacia allá fue y también triunfó.
Pero como la vida, dicen, es circular y cíclica, regresa ahora a la canción reclamado por sus seguidores en cualquier lugar del mundo.
Nacido en Cuyo, en la provincia de Mendoza (Argentina), Leonardo Favio conoció la pobreza, la delincuencia, las estadías en los institutos de menores y la cárcel.
Su madre escribía libretos para radioteatros y es de esta manera que llega a interpretar algunos papeles en ellos.
Su relación en el cine comienza en 1958 , interviniendo como actor de reparto de “El Angel de España”, de Enrique Carreras.
Al año siguiente tiene su primer papel importante en el filme “El secuestrador”, de Leopoldo Torre Nilsson, y luego en “El Jefe”, de Fernando Ayala.
Prohijado por el gran Torre Nilsson, Favio fue creciendo como director de cine, hasta llegar a sus trabajos más resonantes como “Crónica de un niño solo” , “El romance del Aniceto y la Francisca” , “Juan Moreira”, “Nazareno Cruz y el lobo” , hasta llegar a “Gatica , el mono” .
Favio pasó del cine de autor a un cine espectáculo o mixto. Combinó cultura popular con la llamada culta. Pero fundamentalmente demostró que la cámara es un elemento de la narración cinematográfica y que sin sentimiento no hay arte posible.
El mismo sentimiento que siempre imprimió a su tarea poética y musical. Por su destacada trayectoria como director de cine, la escuela de Cinematografía de Mérida, dependiente de la Universidad de Los Andes, otorgará un título honorífico a Leonardo Favio. Mientras que en San Cristóbal le será entregada la llave de la bella ciudad del Táchira.