Tal vez la impaciencia por conocer en que consistía esto que hemos dado en llamar existencia, motivó su precipitado nacimiento en un taxi madrileño en una calurosa noche del primer día de Julio.
Pablo cursa estudios con los Jesuitas formando parte de la Escolanía y asiste con regularidad a los conciertos de música Clásica que en esos años se celebraban en El Monumental. A pesar de que a esa edad, no siempre le parecía lo mas apetecible, hoy en día, reconoce que fue una excelente forma de descubrir las emociones que la música tiene capacidad de despertar. Aún en el colegio, forma con unos amigos un grupo musical llamado “Los Rebeldes” y posteriormente “ Los Surcos”.
A una edad temprana descubre Beatles, el Pop, el Soul, el Rhythm´n´Blues, el Rock&Roll, y así comienza su andadura musical y tras varios años y después de varios grupos, pasa a ser solista de “Los Grimm” con los que graba su primer disco. Después llego “Frecuencia” Tiene su primera experiencia teatral en un musical llamado “Personajes”.
Tras mantenerse ausente del Medio, cumpliendo con el entonces inevitable compromiso del servicio militar en África, a su regreso, una pirueta del destino, hace que su amigo Álvaro Nieto le propongan grabar en solitario, momento en que conoce a Rafael Pérez Botija, quien hace que de forma absolutamente inesperada, su trayectoria artística adquiera una creciente popularidad tanto en España como en América. Fruto de la misma son sus nueve álbumes, donde canciones como “O tu o nada”, “Gavilán o paloma” y “Pólvora mojada” entre otras, consiguieron ser numero uno.
En una permanente búsqueda de nuevos caminos, surge la experiencia teatral, protagonizando el musical “Lovy”, donde se revela como actor, obteniendo excelentes criticas. Desde aquel momento los productores de “Evita”, fijaron su atención en Pablo, a quien proponen encarnar el “Ché”. Sus compromisos discográficos en Hispanoamérica le impiden aceptar el reto. Hasta que a comienzos de 1982 finalmente, las circunstancias hacen que Pablo pase a encarnar al Ché para llevar a los escenarios mundiales el gran acontecimiento para el musical en español que supuso “Evita”. La carrera de Pablo Abraira se encontraba en su momento álgido. Pero, en el carácter artístico y personal de Pablo, la constante búsqueda de la superación y el perfeccionamiento le llevan a asumir nuevos retos. Por ello, tras la gira Americana que se realiza con dicho musical, surge el proyecto de poner en marcha “Jesucristo Superstar” estrenándola a comienzos de 1984 en Madrid, viajando con el espectáculo, de nuevo, a Hispanoamérica.
En Junio de 1994 forma parte de la compañía del Centro Dramático Nacional interpretando el personaje de “Polpoj” en “Marat-Sade” dirigido por Miguel Narros y en estos últimos años participo en “La Magia de Broadway” en Teatro Lara de Madrid.
Desde entonces, Pablo Abraira ha estado acercándose a ese continente tan lejano y cercano al mismo tiempo, que siempre lo nombra con la boca llena de jugosos adjetivos: América. Ha estado nutriéndose de nuevas experiencias, nuevas sensaciones, dejando espacio para ese periodo de reflexión en el que el artista se sumerge en su propio silencio, a fin de poder emerger después con nuevas historias que contar.
Historias que llegarán enunciadas en este disco, que junto Alfonso Pérez Arias a quien Pablo define como una bendición que los Dioses han tenido a bien concederle, han preparado este trabajo con absoluta minuciosidad. Con este disco Pablo Abraira pretende un reencuentro con el publico que en su momento estuvo interesado en su trabajo y al mismo tiempo, llegar a todas aquellas personas que no conocen su trayectoria profesional y que son receptivas a un trabajo en el que todas y cada una de las personas que en el han participado, han puesto el alma y todos sus conocimientos.
No cabe la menor duda, de que el paso del tiempo, proporciona un mayor conocimiento sobre aquello a lo que, con absoluta devoción y entrega, has dedicado casi la totalidad de tu existencia y energía.
Pablo Abraira es todo lo que ha sido. Siempre alerta ante la esquizofrenia que marca la diferencia entre el ser humano que uno es y el personaje que a cada uno nos toca representar en el gran teatro de la Vida. Permanentemente expectante e intentando crecer y madurar como persona, para poder alimentar al artista de savia nueva.